Con
el gato colocolo, o también llamado gato del pajonal, terminamos con nuestra
serie de los cinco felinos silvestres de Chile.
El
gato colocolo fue llamado así, en honor al conocido cacique mapuche, por el
sacerdote naturalista Juan Ignacio Molina (1737/40-1829). De las cuatro
especies de felinos pequeños presentes en Chile, el colocolo es el que tiene
una distribución más amplia dentro del territorio nacional, la que abarca desde
el extremo norte hasta la Patagonia. Fuera de Chile, es posible encontrarlo en
Perú, Bolivia, Argentina, Ecuador, Uruguay y Paraguay, y habitando desde el
nivel del mar hasta los 5.000 metros de altitud.
Mora
en una muy amplia diversidad de ambientes, que incluyen la costa, la cordillera,
el bosque y los matorrales, aunque su hábitat favorito, como su nombre lo
indica, son los pastizales y áreas abiertas de matorrales dispersos y con muy
poca vegetación arbórea. A pesar de lo amplia de su distribución, y como ocurre
con otros felinos pequeños, el colocolo ha sido muy poco estudiado así que es no
es mucho lo que se conoce sobre su biología y ecología.
Al
ver un gato colocolo, de inmediato se nos viene a la cabeza la imagen de un
gato doméstico, y esta es tal vez la razón por la que muchas veces este felino
es confundido, llegando incluso a que algunos intenten domesticarlo.
Su
tamaño es muy similar a un gato de casa: pesa entre tres y cuatro kilos en
promedio, y su cuerpo mide unos setenta centímetros, con una cola de veintiocho
a treinta centímetros. Su coloración es bien variable, dependiendo del ambiente
en el cual se encuentra, lo que ha llevado incluso a pensarse que se trataría
de tres especies diferentes. Sin embargo, estudios han demostrado que se trata
de la misma especie. Los ejemplares que se observan en Chile tienen una
coloración café amarillenta, con manchas oscuras y circulares similares a las
de un leopardo en el cuerpo. Sus patas delanteras presentan unos anillos negros
bien marcados, los que son más tenues en las patas traseras y en la cola, que
presenta varios anillos concéntricos de un color café oscuro. Su nariz es de
color rosado.
Como
todo felino, el colocolo es un animal que a pesar de tener una amplia
distribución y ser común en una alta variedad de ambientes, es muy difícil de
ver. Esto porque es principalmente crepuscular a nocturno, a que vive en
densidades muy bajas y a que su pelaje hace que se mimetice de manera perfecta,
haciéndolo invisible incluso a plena luz del día. Se alimenta de presas
pequeñas, principalmente roedores, además de pequeñas aves y reptiles.
El
colocolo es un animal solitario, que en su vida adulta solo se reúne para el
apareamiento. Su gestación dura entre ochenta y ochenta y cinco días, período
luego del cual la hembra da a luz entre una y tres crías. En cautiverio pueden
llegar a vivir en promedio unos nueve años.
Como
el gato andino, el gato colocolo es considerado por las culturas andinas un
felino sagrado, el cual forma parte de las tradiciones y creencias religiosas,
símbolo de prosperidad en la actividad ganadera. Durante la ceremonia de la
K’illpa o del floreamiento del ganado, en el cual las llamas y alpacas recién
nacidas son marcadas, pieles de gato colocolo y andino son utilizadas en una
mesa de pago como mensajeros de los cerros tutelares.
Entre
las principales amenazas a su conservación se encuentra la pérdida y
degradación de su hábitat, además de la cacería directa. La gente persigue y da
muerte a este felino debido a que es considerado un riesgo para las aves de
corral y para el ganado. Como ocurre con otras especies silvestres en Chile,
otra amenaza cada vez más creciente es la producto de la persecución por parte
de perros asilvestrados. Además, son varios los gatos que mueren atropellados
al cruzar carreteras que fragmentan su hábitat. A raíz de estas amenazas, el
gato colocolo, tanto a nivel nacional como internacional, se encuentra
clasificado bajo la categoría «Casi Amenazada», lo que quiere decir que si bien
sus poblaciones aún no se encuentran en peligro de extinción, en caso de
continuar sus amenazas actuales es posible que en un futuro sí alcancen una
categoría de peligro.
Los
felinos sin duda llaman la atención. Al ser especies tan esquivas y difíciles
de ver en su estado natural, son un símbolo de la naturaleza en su estado
salvaje. Especies que además son reconocidas por ser carismáticas, muchas veces
entran en conflicto con el ser humano, así como también son afectados por nuestras
actividades. El conocerlos, cuidarlos y protegerlos es labor nuestra, para que
así estas maravillosas criaturas salvajes puedan continuar siendo el reflejo de
ambientes prístinos y salvajes.