Es conocido el afecto que
sentía Patricia Highsmith por sus mascotas. La escritora estadounidense
(1921-1995) tuvo a lo largo de su vida seis gatos y nada menos que trescientos
caracoles. Solitaria, alcohólica y frecuentemente malhumorada, sus afectos y
gestos de ternura los reservó para sus animales a los que, por supuesto,
parecía tener mayor apego que a los humanos. También en sus ratos libres dibujó
a sus gatos y algunos de sus dibujos están incluidos en el libro Zeichnungen
publicado por la editorial suizo-alemana Diógenes.
En su libro Crímenes bestiales (1975), un
conjunto de cuentos en los que se cruzan elementos policiacos y fantásticos,
los protagonistas son algunos seres cercanos al hombre, como cerdos, baratas,
hurones, monos y camellos, entre otros. Desde luego, no faltan los gatos a los
que en distintas facetas creativas recreó en innumerables dibujos y presentó en
los cuentos y novelas que la caracterizan como una indiscutible maestra de la
intriga y el suspenso.
El año pasado (2021) se cumplieron cien años desde su
nacimiento y en todos los recuerdos que se hicieron sobre ella y su obra, se
recalcó que sus historias seguirán captando la atención de miles de lectores.
Es una autora clásica que estuvo a pocos pasos de ser la primera escritora
policiaca en obtener el Premio Nobel de Literatura. Muchas de sus novelas
fueron llevadas al cine, siendo las más recordadas Dos extraños en un tren
(1951), de Alfred Hitchcock, y El amigo americano (1977), de Win
Wenders.
Gatos aparecen en muchos textos de la Highsmith. En
los pasados meses veraniegos tuvimos la ocasión de releer un par de sus libros
en los que a lo largo de sus páginas vemos aparecer la cola de un gato. Es el
caso de «La mayor presa de Ming» incluido en la selección Crímenes bestiales.
Ming es un gato acostumbrado a la buena vida. Su dueña, Elaine, es una
millonaria de vida acomodada que vive un romance con Teddie, un tipo que tras
su sonrisa y buenos modales oculta los secretos de un ladrón y cazafortunas.
Teddie engaña a Elaine, pero no a Ming. Tampoco se llevan muy bien porque el
amante no deja de provocar molestias y dolores al gato regalón. La enemistad
entre estos dos personajes nace en las primeras líneas del cuento y solo
termina cuando el gato consigue que el malvado amante tenga una inesperada
caída desde un sitio de gran altura. El causante de la caída es el gato, pero
eso nadie lo sabe. Cuando los encargados de retirar el cadáver pasan junto a
Ming, el gato alza su hocico para inhalar el aroma de su victoria. «Ming —acota
Highsmith— estaba complacido, como quedaba siempre que mataba un pájaro y
creaba aquel olor a sangre bajo sus propios colmillos». Un gato de temer, sin
duda.
Portland Bill se llama el singular gato del relato «Lo
que trajo el gato» incluido en el volumen La casa negra. Vive con sus
amos en un villorrio apacible en lo que nada parece alterarse hasta que una
tarde, mientras sus amos y algunos amigos comparten un juego de salón, Portland
Bill entra a la sala sosteniendo entre sus dientes algo blancuzco que podía
medir quince centímetros. La escena se repite hasta que Michel Herbert, el amo
del gato, se da cuenta de que el felino ha traído a casa tres dedos humanos,
cercenados y un tanto descompuestos. La lógica indica que los dueños de casa
debían llamar a la policía, pero ellos son algo especiales y sobre todo
imaginativos a la hora de pensar de quién podían ser los dedos encontrados.
Deciden investigar y al cabo de unos días descubren al asesino: un vecino del
matrimonio al que la esposa lo engañó con un peón. Y mientras todo esto ocurre,
Portland Bill duerme en una poltrona o ve pasar a sus inquietos amos desde un
balcón. Cosas de gatos: nunca se sabe qué pueden traer a casa. Este cuento,
como otros de la Highsmith, recrea motivos habitualmente presentes en sus
obras: el crimen puede estar más cerca de lo que uno cree y puede golpear a
nuestra puerta en cualquier momento.
Crímenes
bestiales, de Patricia Highsmith. Editorial Planeta. Barcelona, 1985.
La casa
negra, de Patricia Highsmith. Alianza Editorial. Madrid, 1985.