Quiero la cabeza de Bram Stoker es hermana directa de la
antología policial chilena Quiero la
cabeza de Sir Arthur Conan Doyle (Contracorriente Ediciones, 2018), también
compilada por Ignacio Fritz y Pablo Rumel Espinoza. Ahí donde señalaron que había
sangre a raudales, quisieron avanzar un paso más para explorar en las tierras
de la hemoglobina y de la muerte.
La antología se
estructura en cuatro partes: Vampirología
chilensis, con relatos ambientados en Chile, no faltando los rituales de
pueblos ancestrales, los parajes del norte, las heridas de la dictadura o las
reconocibles calles de Santiago. En Los
mitos de Drácula, se exploran realidades alternas, mundos del futuro, la
fantasía épica de espada y brujería, y el folletín clásico con las infaltables
casas embrujadas. La tercera parte, Prosas
desde la tumba, agrupa cuentos enmarcados en realidades psicológicas,
oníricas y fantasmales, mostrándonos que probablemente el verdadero vampiro no
sea otra cosa que una máscara humana sonriente, ocultando tras los tirantes el
rostro del mal. El viaje finaliza con Drácula
INC. Con ficciones labradas desde fuera de nuestra tierra, para recordarnos
que el mito viviente del vampiro es universal.
Ignacio Fritz
(1979), uno de los antologadores de la obra, respecto a su filiación con lo
nocturno y vampírico señala: “Siempre me gustó el crepúsculo, aunque si me
preguntan, prefiero el día, por su carácter visible e ilusoriamente ordenado y
controlado. Con la noche entras en el abismo y las reglas desaparecen y el
fuego arde. Sin embargo, como soy un ser humano finito, prefiero no adentrarme
ni venderme al fuego de las tinieblas; ya estoy viejo y la inmortalidad no es
una posibilidad. La fatalidad me atrae, pero sé que no, mejor no: ya estuve
allí y me di cuenta que no resulta.”
Pablo Rumel
Espinoza (1983), el otro antologador, rememora imágenes de su infancia. “La
primera vez que vi una película con mis padres, fue una de Drácula, por la
televisión abierta. Tendríaunos cinco años. Probablemente se tratase de alguna
cinta de la Hammer, no lo sé, pero ahí estaba el arquetipo más explotado del
mito vampírico, un Drácula señorial, aristócrata, que hipnotizaba a sus
víctimas y las seducía como el mejor galán. Algo de su estampa no me cuadraba,
que un hombre tan alto y cadavérico, fuera capaz de seducir a sus víctimas,
algo siniestro debía existir en su figura, y a mí como niño me costaba entender
esa lógica, pues lo terrible venía de lo explícito monstruoso, de lo
necrótico”.
¿Cuánto de
monstruoso, de abominable y demencial subyace en el mito vampírico? A
diferencias de otros seres de ultratumba, los vampiros utilizan máscaras
amables para camuflarse en entornos humanos, y solo la noche es el límite que
pone coto a las ambiciones sanguinarias de aquellos tocados por la “maldición”
del infierno. Para Fritz existe una división clara, y lo expresa recordando
episodios de su propia biografía:
“En una ocasión un
poeta de la Generación del 80 me dijo (o nos dijo) que había que ir al infierno
y volver intacto. Falacia absoluta. Nadie entra al infierno sin pagar su
precio, y si vuelves, ya estás tocado. Friqueado. Puedes fingir cordura y pasar
inadvertido, igual. Tal vez algún químico de diseño te ponga en el terreno
sólido de la vida diaria y prosaica y lógica, pero los que hemos estado en
nuestra propia nación infernal sabemos que estamos marcados, y le tenemos respeto
al mundo invisible poblado de lo extraño. La Otredad representada en leyendas
como el Caleuche o todo el registro de películas como La noche de los muertos-vivientes, Un hombre-lobo americano en
Londres, La danza de los vampiros, El bebé de Rosemary y El
exorcista, etc., etc., hicieron de mí un amante y aficionado a lo
paranormal.”
Rumel Espinoza
recuerda que la metáfora de lo vampírico se extendió con mucha antelación en la
Europa del siglo XX: “En El Capital de Marx, publicado antes que el Drácula de
Bram Stoker, utiliza en muchos pasajes de su libro el símil del vampirismo para
describir al capitalismo como extractor de vida, reasignándolo en productos
industriales que para él carecían de vitalismo, mercancía que a su vez producía
fetichismo entre los consumidores para obtenerla. Pero el espejo deformante de
Marx estaba anclado en una época en que la clase obrera estaba totalmente
desprotegida y los modos de vida y de trabajo estaban cambiando drásticamente
luego de la revolución industrial. Para Marx, la relación entre trabajador y
capitalista no estaba cifrada como un intercambio, sino que estaba signada como
depredación, pero en un siglo XXI en que las leyes laborales han empujado a
cambios y han mejorado la calidad de vida, aquella lógica no tiene ningún
sentido. Sin embargo, aún se puede oír a teóricos o a revolucionarios afirmar
que la depredación del capitalismo es real; ello comprueba que el poder de los
mitos y de las metáforas muchas veces son más fuertes y tienen mayor
consistencia que la lógica.”
Respecto a la
supremacía del realismo en las letras nacionales e hispanoamericanas en
general, ambos antologadores exponen sin reparos cuál es su visión del
conjunto, y qué vendría a significar una antología de vampiros como la que
presentan en un panorama actual. Fritz analiza desde su trinchera:
“En un mundo como
el de hoy, donde la fantasía es mirada en menos, donde escribir y no encajar y
NO formar parte del rebaño es un crimen; donde se quiere cambiar todo para que
nada cambie; tal vez la única salida ética, sea recurrir a esa nación inventada
de la infancia, repleta de seres “fantásticos”, infernales y literarios. Y si
la única forma para entrar en ese imaginario es la escritura; pues bien,
escribamos. Escribamos aunque sepamos que pocos nos leerán o entenderán nuestro
rollo. Tal vez, por todo esto, convocamos a escritores nacionales y extranjeros
para que nos brindaran la oportunidad de publicar sus cuentos sobre vampiros.
El campo de batalla suele admitir de todo; todo lo que huela a pólvora en esa
nación infernal que construimos cuando destruimos lo anhelado en el
subconsciente: ¿amor o muerte? En otras palabras, cuando decidimos
sobrevivir a través de la ficción, inventamos e instalamos lo que soñamos
cuando peques. Que cada lector se haga su propio mapa.”
Rumel Espinoza
intenta explicar la supuesta supremacía del realismo por sobre lo fantástico:
“En nuestra lengua
no hubo un romanticismo tan fuerte como el anglosajón o el alemán, y bien
sabemos que este movimiento fue un precursor poderoso de toda la imaginería de
lo fantástico, que cristalizó en un buen puñado de escritores extraordinarios de
aquellas lenguas entre el siglo XIX y el XX. Pero en nuestro ámbito hispano
tuvimos algo que aquellos ni soñaron: el barroco y el esperpento, lo monstruoso
en Goya, lo carnavalesco en El Quijote, el acercamiento de los místicos
españoles y de los poetas del siglo de oro con la muerte: es verdad que el
realismo ha prevalecido en nuestras letras, pero llegó el momento de cerrar
aquellos círculos, y fracturar las genealogías que han generado la producción
literaria de los últimos siglos. Aportar con un grano, con una gota de sangre a
la renovación”.
Quiero la cabeza de Bram
Stoker – VV.AA. – Páginas: 326 pp. – Encuadernación
rústica con solapas – ISBN: 978-956-8854-18-8. – Ilustración:
Rolancho Rivera -Distribución:
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